La Cenicienta fue mi primer cuento dibujado. Lo dibujé porque la primera vez que lo escuche me conmovió. Es un buen comienzo para dibujar. Dibujar algo que tiene que ver con una. Siempre recuerdo, hacerme sitio entre la gente en ese estrecho pasillo de la Bata de Boutine para acercarme a Nunila una vez acabada su actuación dónde había contado la versión oral de La Cenicienta. Yo te voy a dibujar este cuento. A lo que ella respondió con un gesto entre altivo y dolido: eso me decís todas. Esta vez, esta afirmación no se quedo en promesas de un bar entrada la medianoche
Dibujé este cuento como dibujo todo a lo que me entrego desordenada, atabalada, con la emoción a flor de piel.
Recuerdo que los primeros profesionales del sector editorial a los que enviamos La Ceni, en cuanto a dibujo decían que era sucio, el lapiz se veía mucho, que eso era imposible a la hora de entrar a imprenta, que la protagonista no respetaba las proporciones de una página a otra…
Al recibir esas devoluciones entristecida conectaba con momentos que había dibujado partes de ese libro. Por ejemplo esa tarde libre de barra y bandeja de unos San Fermines, en un piso prestado dónde entraba una luz preciosa y dónde dibuje la escena más “zen” de la Cenicienta.
Aquella página dónde a la Cenicienta le da por reirse de si misma y reflexiona sobre su vida. Esa página que es el punto de inflexión del libro. Mientras lo dibujaba sentía algo de magia entre las manos, las particulas de aire y el gráfito. Lo juro. Así que las miradas de esto vale esto no de esos profesionales me repateaban en una parte de mi ser profunda.
De repente, pasados unos meses en un soplo de estos de la vida, sin saber porque ni porque no La Ceni se convirtió en un fenómeno en la red. Todas las editoriales que habían rechazado el cuento, nos llamaban interesadísimos y los que entendían de arte dibujos e imprenta me alababan ese estilo sucio y roto mientras me prometían que no habría ningún problema a la hora de entrar en imprenta…
Justo un día antes de entrar a imprenta, en la pruebas y fotolitos que me entregaron vi en la portada, algo que me produjo un escalofrio. ¿Como no me había podido dar cuenta antes? a la Ceni de la portada le faltaba una pestaña. Con la respiración entrecortada pense que era una equivocación grande. Era la portada joerrr!!!!! Aún estaba a tiempo de cambiarla aunque fuera en un último sprint en el último minuto.
Pero porque iba a cambiarla si ya había funcionado, si ya estaba en el corazón de muchas personas y a nadie le había importado ese detalle.
Es más ese detalle, seguro fue producido por el desorden, la precipitación o la emoción desbordada con la que me entregue a ese proyecto. Y le venía muy bien a esa Cenicienta que no era como la que nos habían contado en los cuento ni en las pelis de Disney, esa Ceni más vulnerable, rebelde y más imperfecta. Y a esa Ceni esa equivocación gráfica no le iba mal. Nada mal.
Así que decidí dejarlo.
Como podeis apreciar.